Proyecto colaborativo internacional sobre los movimientos migratorios a lo largo del s. XIX y XX entre Argentina y España. Colegio Norbridge (Buenos Aires) – IES de Sabón (Arteixo)
En cada calificativo, el rebelde de 1810, el hijo del país, el criollo, volcaba un odio contenido.Gallego, sarraceno y maturrango era todo español dedicado al comercio. actividad que más tarde el hijo del país debía heredar. Indio, salvaje, plebeyo, eran las réplicas de los españoles fieles a la monarquía.
El intercambio de injurias, ocultaba, sin duda, los verdaderos móviles del enfrentamiento, trataba de resolver mágicamente el conflicto de fondo. El hijo del país debía asumirse como autoridad, debía abolir, definitivamente, la política paternalista de España.
El hijo del gallego, sarraceno y maturrango cortaba su cordón umbilical y, como sus antepasados, quemaba las naves. Esta era su tierra, su vida, su límite. Para él, la historia comenzaba ahora. Y el 11 de abril de 1817 el Gobierno prohibía el matrimonio de españoles con hijas del país.
El decreto se refería a las señoras y señoritas que en nada se diferenciaban de sus abuelas españolas. Fue en esas hijas del país, obedientes a la autoridad de la Iglesia, educadas en la tradición española, donde, paradójicamente, prendió el prejuicio anti-español.
–El tío Pepe era un ordinario -le contestó.
-¿Cómo?
-Sí, un ordinario… un grosero.
-¿Porqué?
-Hablaba como gallego… Se casó con una Escalada para hacerse conocer…
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Los criollos calificaron de «chanchos» a los españoles y éstos de «asnos» a los hijos del país.El recién llegado, el intruso, no sólo sufrió el rechazo, el menosprecio de la clase media, liberal y democrática, sino también el de sus hermanos de clase, el de sus compañeros de taller o de fábrica.