El Puerto de A Coruña: «El Nacimiento de una nueva vida»

emigracion.xunta.es

El puerto de A Coruña era uno de los 15 puertos autorizados en España para el embarque de emigrantes, junto con el puerto de Vigo era de los más importantes en volumen de personas.Una inmensa y variopinta marea humana se cruzaba en los puertos españoles durante las primeras décadas del siglo pasado y sin duda en el de A Coruña las escenas fueron impactantes a lo largo de varias décadas.

«Se trataba de pobres gentes que aguantaban la espera en modestas posadas, en sucios tugurios o en la periferia de las ciudades y que veían volatilizar sus magros ahorros con cada día de retraso en la partida. De inspectores que levantaban acta por los excesos de pasaje, los embarques de menores y las malas condiciones de habitabilidad de muchos de los buques allí anclados. De mujeres humildes acompañadas de sus maridos e hijos, pero también de mujeres solas que se iban a trabajar en América como sirvientas, limpiadoras, planchadoras, amas de cría o prostitutas. Y de un ejército de posaderos, revendedores de billetes, «ganchos» o reclutadores clandestinos y cocineros dispuestos a «arranchar» o extorsionar económicamente a los viajeros para garantizarles el derecho a una comida -cuando menos digna- durante la travesía».

Reserva 1904, Travesías-historias emigrantes de ayer y hoy. Miguel Angel Fernández

Los pasajes eran caros y no cesaban de subir su precio, alcanzando  para los gallegos a Argentina, entre 100 y 200 pesetas, una suma que podía equivaler a más de un año de duro jornal. Abundaban también las emigraciones gratuitas financiadas por Brasil, Argentina y Chile, incentivadas por agentes reclutadores -casi siempre carentes de escrúpulos- que recibían una cantidad por emigrante conseguido. Y no faltaban tampoco los viajeros poseedores de un «billete de llamada».

Fuente: colecc. Ángel Blanco. » Mujeres acarreando equipajes en el puerto de Coruña», 1925

Son varias las mujeres que empujan un carro de ruedas grandes, repleto de valijas donde, tal vez no se guarden solo ropas y objetos, sino trozos de infancia, esquinas de momentos felices o toda una vida truncada.