Proxecto Colaborativo de Educación Secundaria de Adultos (ESA) & Formación Profesional – IES de Sabón
Pasan dos meses ó tres. La muchacha, aburrida de coser ó de fregar, decide asistir a un baile ó darse una vuelta por la plazuela. El ex novio la sigue allí y apenas le echa la vista encima, la apremia para reanudar. Niégase la chica por última vez; el galán saca un revólver ó empalma una faca «de grandes dimensiones» y la clava con insistencia en la región H ó B del cuerpo de la desdichada. Cae ella, sin proferir un grito, en un charco de sangre: él la besa; se entrega a los guardias; le juzgan; el defensor le pinta como un Ótelo forrado en Wérther; el tribunal le aplica cuatro ó seis años, si no le absuelve… y aquí no ha pasado nada, señores.
Porque la lenidad con esta clase de crímenes es grande. Sale bastante barato dar muerte a una mujer .Sería conveniente que costase algo más: tal vez así lo pensarían mejor los celosos y los apasionados. La palabra pasión se toma aquí en un sentido vago y falso, como antes se tomaba la palabra honor. Tal pasión es sólo capricho, sensualidad, vanidad mortificada. Para discernir cuál es pasión verdadera, si el asesino era realmente un maniático de pasión ó es sólo un violento que satisface su inclinación á la violencia, debiera averiguarse cuidadosamente la vida anterior, el comportamiento, el cómo se hubo siempre el matador con la víctima. Si el supuesto loco de amor es un vicioso, un mujeriego infiel, uno de los muchos que maltratan á la infeliz á quien acabará por asesinar, la severidad de los jueces debería apoyarse en estos datos, la pena debería ser fuerte y máxima.