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Trabajo Interdepartamental por Proyectos del aula de Educación Secundaria de Adultos. “No se educa a la mujer sino que se la doma…Cuando se cambie esto, la humanidad entera evolucionará.” Doña Emilia Pardo Bazán

LA MUJER NUEVA EN LAS NOVELAS » MILAGROS Y MEMORIAS DE UN SOLTERÓN «

Fuente:http://pixabay.com/

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Otras dos novelas esbozan el posible modelo de la mujer nueva”, la mujer del futuro. Las más destacadas y en las que se refleja esta evolución son Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896). A lo largo de sus páginas, la autora nos ofrece una interesante muestra de tipos femeninos.

A través de estas novelas, Pardo Bazán logra esbozar de forma nítida su ideal de mujer nueva: una mujer emancipada por la instrucción y el trabajo, que no solo desarrolla y evoluciona en consonancia con el progreso sino que también contribuye al mismo por medio de su aportación personal.

 Su modelo de “mujer del futuro” viene encarnada en el personaje de Feíta, hija de don Benicio Neira, un hidalgo venido a menos, situado en la clase media, cuya hija alberga unos inmensos deseos de instrucción, de autonomía personal, de trabajo para independizarse… que la alejan de las “señoritas” de su clase y del resto de sus hermanas. Dichas inquietudes se asemejan a las experimentadas por doña Emilia en su adolescencia y juventud; al igual que ella, el personaje de Feíta es muy inteligente, posee grandes deseos de saber y una gran curiosidad.

Las carencias económicas en el hogar de los Neira originan que Feíta, que quiere formarse para poder trabajar y conseguir autonomía, le pida a su padre que le dé estudios universitarios -los mismos que los ofertados a su hermano Froilán y que este desaprovecha. Pero el padre se niega rotundamente. El viudo, a pesar de apoyarse en su hija para desahogarse y comentar la marcha de la familia, penalidades económicas y otras preocupaciones, critica que Feíta quiera romper con los estereotipos asignados socialmente a su sexo.

 «Feíta es listísima, demasiado lo sé; cuando discurre, discurre mejor que nadie… pero no está en caja. Ésa sí que me dará guerra. Las otras tienen sus adoradores, como es natural que los tenga a su edad una muchacha; se despepitan por galas, por diversiones, por lo que alborota a todas las chicas del mundo: están dentro de su edad, dentro de su sexo, se ajustan a las leyes de la sociedad y de la naturaleza… Feíta…, con dolor lo declaro… es un monstruo, un fenómeno aflictivo y ridículo, y si Dios no lo remedia… Ha hecho cuanto cabe para salir de su esfera y del lugar que Dios le ha señalado; como si fuese un hombre, ha leído los libros más perniciosos; ha desgarrado velos que conviene a toda señorita respetar, y por efecto de sus disparatadas lecturas y de sus atrevidos estudios, piensa, habla y quiere proceder como procedería una mujer emancipada, y temo que por ella, ¡por ella, sí, y no por las otras criaturas! Vamos a ser la fábula de la población” (Memorias de un solterón: 838).

Su conducta se calificaba, si no de liviana y criminal, por lo menos de chocante e inconveniente, y se hablaba harto de la vergüenza que sufrían su padre y hermanas mirando convertida en “maestra de primeras letras” a toda una señorita de Neira, con su correspondiente aguilucho en el blasón. Porque nada rebajaba tanto la categoría social de la familia como el hecho de ver a Feíta dando clase y cobrando su modesta retribución. (Memorias de un solterón: 889)

 Feíta, así mismo, es una mujer que rechaza la idea de “protección del hombre a la mujer, como prerrogativa del fuerte al débil”, modelo patriarcal inculcado hasta entonces a las mujeres y que, en estos momentos, escritoras, juristas, pedagogas…, mujeres de diferentes ámbitos comienzan a cuestionar y denunciar con mayor fuerza.

Feíta era improtegible, y cuando las gentes ni necesitan si quieren nuestro apoyo, cuando comprendemos que al ofrecérselo nos pagarían con una rabotada o una burla, se nos quitan las ganas de meternos a caballeros andantes, amparadores de viudas y huérfanas. Feíta era un ser vigoroso, armado para la vida, sin sentimentalismos, sin temores pueriles de ninguna especie, y yo aparecería soberanamente ridículo si quisiese representar con ella el papel de Oliverio de Jalin. (Memorias de un solterón: 887) 

“Tengo veintidós años no cumplidos, he leído y estudiado con furia, pero desconozco el mundo; sólo aspiro a gozar de la libertad…, no para abusar de ella en cuestiones de amorucos… ¡que en ese terreno, bien libres andan en cualquier situación que ocupen las mujeres y los hombres!; sino para descifrarme, para ver de lo que soy capaz, para completar, en lo posible, mi educación, para atesorar experiencia, para… en fin, para ser algún tiempo y ¡quién sabe hasta cuándo!, alguien, una persona, un ser humano en el pleno goce de sí mismo”. (Memorias de un solterón: 923)

«Usted lo conseguirá; pero, pobre criatura; ¡a costa de cuántas penas, de cuántos sufrimientos, de cuántos desengaños, de cuántas privaciones y humillaciones! La sociedad, al presente, es completamente refractaria a las ideas que inspiran los actos de usted. La mujer que pretenda emanciparse, como usted lo pretende, sólo encontrará en su camino piedras y abrojos que le ensangrienten los pies y la desgarren la ropa y el corazón». (Memorias de un solterón: 923-924)

 

 

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