Trabajo Interdepartamental por Proyectos del aula de Educación Secundaria de Adultos. “No se educa a la mujer sino que se la doma…Cuando se cambie esto, la humanidad entera evolucionará.” Doña Emilia Pardo Bazán
En 1853 se había publicado un documento por el que se prohibía la entrada de una mujer a la RAE, para ser académica oficial como los varones. De hecho Isidra Quintina de Guzmán era catedrática honoraria.
Después de ella lo solicitaron Mª Moliner, Blanca de Los Rios y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Entre los reacios a la entrada de la mujer en las Academias destaca don Juan Valera, quien publica en 1891, bajo el pseudónimo de Eleuterio Filógino, el folleto “Las mujeres y las Academia. Cuestión social inocente”, ya es una ironía el pseudónimo “filo-gino” nombre parlante que procedente del griego quiere decir “amigo de lo femenino”.
Primeramente, el autor niega que exista razón que explique que la mujer no pueda ocupar un puesto académico, pero España no puede ser el primer país en permitir su entrada, porque sería ridiculizada esta innovación; así que hay que esperar a que naciones con mayor autoridad la lleven a cabo.
Valera continúa hablando de la complementariedad y la no identidad entre hombre y mujer. Desde esa perspectiva, la mujer no tiene que ser académica de número porque sería identificarla al hombre y se produciría algo antinatural Además, con evidente ironía, subraya que es peligroso que se junten en una misma sala académicos de ambos sexos, porque abandonarían su tarea como tales para tratar otros asuntos que nada tienen que ver con su cargo.
Todo lo vertido por Valera está impregnado de un patente machismo y aversión a las mujeres desde un punto de vista de igualdad intelectual.